Liturgia de las horas

Hora Intermedia

V. Dios mío, ven en mi auxilio. 
R. Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

El trabajo nos urge, 
nos concentra y astilla. 
Poco a poco, la muerte 
nos hiere y purifica. 

Señor del universo, 
con el hombre te alías. 
En nuestra actividad, 
tu fuerza cómo vibra. 

Señor de los minutos, 
intensa compañía. 
Gracias por los instantes 
que lo eterno nos hilan. 

Gracias por esta pausa 
contigo en la fatiga. 
Contigo hay alegría. Amén. 

SALMODIA 

Ant. 1. Sostenme, Señor, con tu promesa, y viviré. 

Salmo 118, 113-120
XV (Samech) 

Detesto a los inconstantes 
y amo tu voluntad; 
tú eres mi refugio y mi escudo, 
yo espero en tu palabra; 
apartaos de mí, los perversos, 
y cumpliré tus mandatos, Dios mío. 

Sostenme con tu promesa, y viviré, 
que no quede frustrada mi esperanza; 
dame apoyo, y estaré a salvo, 
me fijaré en tus leyes sin cesar; 
desprecias a los que se desvían de tus decretos, 
sus proyectos son engaño. 

Tienes por escoria a los malvados, 
por eso amo tus preceptos; 
mi carne se estremece con tu temor, 
y respeto tus mandamientos. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. 

Ant. Sostenme, Señor, con tu promesa, y viviré. 

Ant. 2. Socórrenos, Dios, salvador nuestro, y perdona nuestros pecados. 

Salmo 78
LAMENTACIÓN ANTE LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN
¡Si al menos tú comprendieras... lo que conduce a la paz! (Lc 19,42).

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad, 
han profanado tu santo templo, 
han reducido Jerusalén a ruinas. 

Echaron los cadáveres de tus siervos 
en pasto a las aves del cielo, 
y la carne de tus fieles 
a las fieras de la tierra. 

Derramaron su sangre como agua 
en torno a Jerusalén, 
y nadie la enterraba. 

Fuimos el escarnio de nuestros vecinos, 
la irrisión y la burla de los que nos rodean. 

¿Hasta cuándo, Señor? 
¿Vas a estar siempre enojado? 
¿Arderá como fuego tu cólera? 

No recuerdes contra nosotros 
las culpas de nuestros padres; 
que tu compasión nos alcance pronto, 
pues estamos agotados. 

Socórrenos, Dios, salvador nuestro, 
por el honor de tu nombre; 
líbranos y perdona nuestros pecados 
a causa de tu nombre. 

¿Por qué han de decir los gentiles: 
«Dónde está su Dios»? 
Que a nuestra vista conozcan los gentiles la venganza 
de la sangre de tus siervos derramada. 

Llegue a tu presencia el gemido del cautivo: 
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte. 

Mientras, nosotros, pueblo tuyo, 
ovejas de tu rebaño, 
te daremos gracias siempre, 
contaremos tus alabanzas 
de generación en generación. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. 

Ant. Socórrenos, Dios, salvador nuestro, y perdona nuestros pecados. 

Ant. 3. Dios de los ejércitos, mira desde el cielo y ven a visitar tu viña. 

Salmo 79
VEN, SEÑOR, A VISITAR TU VIÑA
Ven, Señor Jesús (Ap 22,20). 

Pastor de Israel, escucha, 
tú que guías José como a un rebaño; 
tú que te sientas sobre querubines, resplandece 
ante Efraín, Benjamín y Manasés; 
despierta tu poder y ven a salvamos. 

Oh Dios, restáuranos, 
que brille tu rostro y nos salve. 

Señor, Dios de los ejércitos, 
¿hasta cuándo estarás airado 
mientras tu pueblo te suplica? 

Les diste a comer llanto, 
a beber lágrimas a tragos; 
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos, 
nuestros enemigos se burlan de nosotros. 

Dios de los ejércitos, restauranos; 
que brille tu rostro y nos salve. 

Sacaste una vid de Egipto, 
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste; 
le preparaste el terreno, y echó raíces 
hasta llenar el país; 

su sombra cubría las montañas, 
y sus pámpanos, los cedros altísimos; 
extendió sus sarmientos hasta el mar, 
y sus brotes hasta el Gran Río. 

¿Por qué has derribado su cerca 
para que la saqueen los viandantes, 
la pisoteen los jabalíes 
y se la coman las alimañas? 

Dios de los ejércitos, vuélvete: 
mira desde el cielo, fíjate, 
ven a visitar tu viña, 
la cepa que tu diestra plantó, 
y que tú hiciste vigorosa. 

La han talado y le han prendido fuego; 
con un bramido hazlos perecer. 
Que tu mano proteja a tu escogido, 
al hombre que tú fortaleciste. 
No nos alejaremos de ti: 
danos vida, para que invoquemos tu nombre. 

Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos, 
que brille tu rostro y nos salve. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. 

Ant. Dios de los ejércitos, mira desde el Cielo y yen a visitar tu viña. 

TERCIA

LECTURA BREVE Sb 19, 20b

En verdad, Señor, que en todo engrandeciste a tu pueblo y lo glorificaste, y no te desdeñaste de asistirlo en todo tiempo y en todo lugar.

V. Tú, oh Dios, haciendo maravillas. 
R. Mostraste tu poder a los pueblos. 

ORACIÓN 

Señor Dios, que a la hora de tercia enviaste al Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en oración, concédenos también a nosotros participar de los dones de ese mismo Espíritu. Por Jesucristo nuestro Señor.

SEXTA

LECTURA BREVE Dt 4, 7

¿Cuál de las naciones grandes tiene unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?

V. Cerca está el Señor de los que lo invocan. 
R. Escucha sus gritos, y los salva. 

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, ante ti no existe ni la oscuridad ni las tinieblas, haz, pues, brillar sobre nosotros la claridad de tu luz, para que, guardando tus preceptos, caminemos siempre por tus sendas con el corazón jubiloso. Por Jesucristo nuestro Señor.

NONA

LECTURA BREVE Est 10, 9 

Mi pueblo es Israel, que clamó a Dios y fue salvado. Salvó el Señor a su pueblo y nos liberó de todos estos males; obró Dios grandes señales y prodigios como nunca los hubo en los demás pueblos.

V. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. 
R. Y fuiste mi salvación. 

ORACIÓN 

Contempla, Señor, a tu familia en oración, y haz que imitando los ejemplos de paciencia de tu Hijo no decaiga nunca ante la adversidad. Por Jesucristo nuestro Señor.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor. 
R. Demos gracias a Dios.